En el capítulo anterior de este proceso pudimos ser testigo de la primera prueba de este curioso chaleco. Reconozco que, no sé si por la combinación que llevaba yo ese día o bien por otra circunstancias, el resultado final del chaleco no parecía convencerme. No se trataba de las hechuras, las adaptaciones o la combinación de colores, ni siquiera el propio trabajo del sastre. A pesar de ser todo coherente, había algo que no encajaba.
¿Sería demasiado corto? ¿Sería demasiado atrevido en tonalidades? ¿Habíamos arriesgado demasiado? Éstas eran algunas de las preguntas que rondaban en mi cabeza aquel día, y que siguieron manifestándose en la siguiente cita. Incluso en la visita que hoy os voy a comentar, seguía sin tener clara la función de este chaleco en mi armario. Y es que a veces nos puede pasar esto, tratamos de optar por la innovación y la vanguardia y caemos en el error de excedernos.
Pero tranquilos, esto NO es lo que finalmente ha sucedido, en absoluto, con este increíble chaleco. Eso sí, he descubierto una útil lección, que aunque ya sabía en la teoría no puse en este caso a la práctica. Y es que: Cuando vayamos a probar una prenda nueva, sobre todo una prenda suelta que vaya a depender de otras en su combinación, debemos tener la cautela de asistir a la prueba -en la medida de lo posible- con prendas afines a esta. Si no queremos llevarnos un maltrago, aunque sea circunstancial.
Aprendida ya la lección os adelantaré que a día de hoy dispongo ya del chaleco en mi armario y he podido realizar sendas pruebas de espejo con diferentes combinaciones y el resultado ha sido magnífico. Incluso he podido comprobar, como ya me comentara Daniel Schleissner en el Primer Encuentro de Sastrería y Camisería que tuvimos recientemente, puede ser perfectamente usado con vaqueros o chinos, como descubriréis próximamente.
En la prueba final de aquel día el chaleco estaba prácticamente acabado, sólo a falta de un repaso de plancha (que son más importantes de lo que parecen).
Ya podíamos apreciar todos sus detalles, como las solapas cual americana, sin demasiada amplitud, con todo su perímetro picado a mano. Detalle que quizás queda disimulado por la naturaleza heterogénea de este tejido de Tweed -del catálogo Melrose de Drapers-.
También pudimos ver, ya completamente terminadas, las aberturas laterales para desahogar en el ancho de la cadera. Algo que habitualmente suelo necesitar, y que además le daba un aspecto más informal al conjunto.
Además en esta imagen podemos apreciar la mezcla -y contraste- de los dos tejidos usados, para delanteros y espalda. Ambos, como podéis ver, en tipo Tweed Shetland.
Otro detalle que podemos apreciar es el curioso vivo que, por lo visto, ponen habitualmente en Sánchez-Caro a sus chalecos. Un detalle que quizás no tiene demasiada importancia, pero que no deja de ser curioso.
Ya por fin pudimos ver también el forro en su máximo esplendor, y la verdad es que le da un aire muy chulesco y canalla a la prenda, pero al ser un detalle interior no le resta un ápice de posibilidades de combinación.
Aquel día comprobamos también que todos los elementos y detalles estaban en su sitio y que las hechuras y formas eran las que se pretendían. Me quedé con ganas de llevármelo conmigo, pero cierto era que era necesario darle un último repaso de plancha. Proceso que se le aplicó en los días posteriores y tras ello me fue enviado a mi casa.
Próximamente os mostraré el capítulo con el que cerraremos esta entrega y en el que podremos ver este chaleco con distintas combinaciones y looks.
¡Seguimos con la semana!
De verdad te gusta?
Sí! Quizás ahora no termines de verlo, como me pasaba a mí, pero ya verás la semana que viene cuando ponga algunos looks con este chaleco como si te gustará más.
Saludos
Salva
Me parece brutal. El forro me parece de escandalo y el contraste de los tejidos usados me parece muy original. Enhorabuena a los dos, a ti y al sastre.
Me alegro de que te guste Antonio.
Se buscaba que fuese una prenda original y especial, y creo que lo conseguimos.
Saludos
Salva