Ya sabéis cuánto me gusta reflexionar, y sobre todo hacerlo en voz alta con vosotros a través de estos artículos. Hoy me gustaría poner sobre la mesa un tema que comentaba con unos amigos hace unos días:
¿Quiénes somos para juzgar el aspecto de los demás?
Me paso el día analizando y tratando de ofrecer respuesta a las cuestiones con las que voy topándome en lo referente al vestir, y en ocasiones puede llegar a parecer que dogmatice sobre el tema, aunque me empeño en dejar claro que son opiniones totalmente personales y propias, mucha gente se toma lo que digo como la verdad absoluta, y lo cierto es que nada hay más lejos de la realidad. Lo que aquí manifiesto y muestro no es más que el resultado de mi experiencia personal, fruto de mi contexto, mi forma de ser y mi manera de entender la vida. Por ello entiendo, comparto y respeto que cualquiera opine de manera totalmente distinta, y por lo tanto base, en este caso su vestimenta, en otros preceptos distintos a los míos.
Ya sabéis que en distintas ocasiones, he criticado ferozmente a la industria de la Moda, o más bien a lo que representa. No por una inquina personal contra ella sino porque considero que en general está pensada y estudiada para anular nuestra voluntad, adoctrinarnos y moldearnos a su antojo, con el único objetivo de controlar nuestro gasto en vestimenta (Aunque en realidad pienso que esto ocurre también con el resto de industrias del mercado).
Si algo he aprendido en estos 7 años es que no soy quién para decirle a la gente cómo debe vestir. Únicamente cuento, a través de mi experiencia personal, cómo estoy aprendiendo a vestirme yo. Y repito, en base a mis propias vivencias y estilo de vida. Por ejemplo, hace algunos años descubrí que me gustaba vestir con traje, combinaciones con chalecos de contraste, corbata, etc. Me hacía sentir bien, me gustaba. Y empecé a incorporar todo esto a mi vestuario diario. Pero con el tiempo, y no hace mucho, comencé a darme cuenta de que en mis viajes, reuniones y visitas sí era un atuendo adecuado para la mayoría de ocasiones, pero para mi día a día no sólo me resultaba incómodo sino también poco coherente. Y la coherencia es algo que nunca debe faltar en todo lo que hagamos. Yo me sentía sobrevestido en multitud de ocasiones, como pretendiendo ser quien no era, no me sentía del todo identificado y eso me hacía resultar incómodo. Sin embargo, me gusta vestir con chaqueta, con pantalones de corte formal, con corbata y Oxfords.
De un tiempo a esta parte comencé a analizar mi vestuario, a ser consciente de tres aspectos claves y diferenciados:
1- Qué es lo que me gusta.
2- Qué me sienta bien.
3- Qué es lo que puedo llevar.
Ser capaz de pensar y diferenciar estas tres cuestiones es muy importante, porque nos hará tomar conciencia y ser coherentes con nosotros mismos, que es lo principal. Aquí no entra la opinión de nadie, porque realmente uno mismo puede ser capaz de analizar todo esto sólo, sin ayuda de nadie. Aunque si es cierto que primero tendremos que aprender a reflexionar por nosotros mismo y para ello requiere que nos desintoxiquemos del adoctrinamiento que llevamos toda su vida sufriendo. Y esto no es fácil.
Desde entonces empecé a tratar de adaptar esas prendas que me gustaban a mi día a día. Y descubrí que con la elección de detalles diferentes podía alterar el carácter de una prenda, con la elección de tejidos y texturas también era capaz de hacer más informales y llevables accesorios o prendas que antes me resultaban demasiado formales. Y sobre todo comencé a ser consciente de la verdadera importancia de las hechuras y los detalles que la definen. -Como os he contado en otros artículos. (Este, este o este otro.)
Las modas no son malas, si sabemos hacer uso de ellas. Las tendencias únicamente tendrían que ser consideradas como consejos o propuestas que nos ofrece la industria, y que nosotros libremente decidimos incorporar, o no, a nuestro vestuario. Pensar que las tendencias de temporadas son las reglas fijadas para sentirnos parte de la sociedad durante un tiempo es el mayor error que podemos cometer.
Conforme analizo a la gente, las dudas que me planteáis en ocasiones, y observo el comportamiento que tenemos ante el hecho de vestirnos, me doy cuenta de que realmente existe un grave problema identitario en la mayoría de nosotros. Para algunos es un proceso circunstancial que mejora con el tiempo y la madurez personal, pero para otros se acaba convirtiendo en un aspecto crónico que termina por definir gran parte de sus vidas.
El ser humano siempre ha necesitado sentirse parte de algo superior a él mismo, porque ha creído que eso era lo que le definía y le daba sentido. Yo pienso que no es así. La gran mayoría necesita pertenecer a un grupo social -el que sea- para sentirse seguro de sí mismo, bajo el apoyo de sus iguales. Parecemos necesitar constantemente la aprobación de los demás para sentirnos bien. Y todo lo que pretenda tambalear ese estado de confort hace sonar nuestras alarmas. Nos da miedo el cambio, caminar por nosotros mismos. Nos aterra tomar decisiones siguiendo única y exclusivamente nuestro criterio porque ¿Quién nos dará la seguridad de que estamos en lo cierto? Nadie.
Podría estar hablando de cualquier otro tema, pero no, sigo hablando de vestimenta y de estilo.
Lo he dicho en varias ocasiones, definir un estilo personal no es cosa de dos días. Porque un verdadero estilo propio no nace fruto de las tendencias, sino de nuestra propia experiencia, como os decía antes. En cambio para tener éxito en este desempeño podemos hacer lo que hacen muchos -nótese por adelantado mi sarcasmo- y decidir qué personaje nos gusta e interpretarlo lo mejor que buenamente podamos. Hay a quién se le da mejor la interpretación que a otros. Algunos desarrollan muy buenos papeles, pero por desgracia, tarde o temprano, se acaba por apreciar cuándo alguien está actuando como lo que no es.
Así que lo dicho, no somos nadie para decirle a otro cómo debe vestir, ni si lo hace bien o mal. Allá cada cual con la imagen que pretende proyectar de sí mismo. Pero, si me permitís, con este artículo si pretendo que reflexionemos sobre una cosa:
Seas cómo seas, sé tú mismo. Jamás seas lo que los demás esperen de ti.
Bienvenidos a una semana más en la cuenta atrás de este año 2017.