Unas palabras sobre Orto Parisi

«Las partes del cuerpo que arrastran más olores son aquellas en las que se concentra más alma.»(Extracto del manifiesto de Orto Parisi)

Rescataré un lugar común al que vuelvo una y otra vez a lo largo de los artículos que voy publicando en SinAbrochar, y que no por manido merece ser menos subrayado: la perfumería es un arte. Desde luego, la perfumería puede y suele tener un fin puramente instrumental (querer oler bien, sin más), usarse a modo de prolongación de nuestro estilo o de la imagen que queremos proyectar (es difícil echarse Tuscan Leather, de Tom Ford, y no sentirse Don Draper) o bien servir para causar la destrucción y sembrar el mal allá donde pasemos (léase: vaciarse encima un spray de Axe antes de salir de casa). Aun así, de vez en cuando, tropieza uno con alguna creación que le recuerda que también se puede (y se debe) apreciar la perfumería por lo que en ocasiones llega a ser: una expresión artística.

Este artículo será un repaso a vista de pájaro de la línea hermana de Nasomatto, y que comparte al mismo creador, Alessandro Gualtieri. Hablamos de Orto Parisi, marca nacida en 2014. No reseñaré ninguno de sus siete perfumes, pero después de haber tenido la ocasión de oler toda la gama, sí quiero llamar la atención sobre esta casa, que descubrí gracias a René Zayas y que tuve el placer de oler en las copas de La Basílica Galería.

Antes de empezar, a modo de caveat lector y aun a riesgo de ser reiterativo: no compréis a ciegas ningún perfume, pero especialmente ninguno de Orto Parisi. No importan la efervescencia de adjetivos y las loas que dirija hacia esta casa o hacia su creador, a quien ya he mencionado en otro artículo cuando hablé de Baraonda. Todo lo que escriba a continuación va a estar empapado de admiración por el genio creativo de este hombre, por el saber hacer de su perfumería y el atrevimiento de sus composiciones, pero eso no debe desenfocar una de las verdades absolutas en perfumería: Gustibus non est disputandum. O, en un tono más castizo: para gustos, colores.

Orto Parisi es una casa que busca innovar, provocar incluso, pero no de un modo fatuo o simplemente por el divertimento de desagradar (como puede ser el caso de Secretions Magnifiques, de État Libre d’Orange), sino como expresión de la cosmovisión del autor, de su modo de entender la perfumería, que queda patente en el manifiesto que publican en su página web.

En muchos perfumistas se puede observar que la espina dorsal de sus composiciones, lo que de forma perezosa podríamos denominar su «estilo«, está constreñido, si no ya directamente subordinado, a la naturaleza comercial de sus creaciones. En perfumería masculina hay ciertas fórmulas que funcionan (léase: que son populares) y a partir de las cuales pivota el grueso de las «novedades» perfumísticas de cada año. Ahora mismo el ADN de Bleu de Chanel y el de Dior Sauvage son los que están siendo clonados a placer, de la misma forma que la combinación de oud y rosa tuvo (y diría que tiene) su apogeo en la perfumería nicho. Con todo, hay perfumistas que imprimen un estilo personal a sus creaciones. Es posible hablar del estilo de Alberto Morillas, de François Demachy, de Olivier Polge, de Geza Schoen… en esta lista se podría añadir a Alessandro Gualtieri, que es el Dalí de la perfumería. La loufoquerie consciencieuse con la que se dio a conocer con Nasomatto va mucho más allá con Orto Parisi.

Lo que el propio Alessandro ha definido como «el aroma de la vida» es lo que define su línea. Olores fuertes, con carácter, que evoquen aromas terrenales. Aquí no se hacen concesiones a la perfumería comercial. Aun y su declaración de intenciones, he de decir que toda la línea me parece bastante «ponible», y no únicamente como concentraciones artísticas en frascos de 50 ml. Al oler «Stercus» me esperaba una obra maestra que fuera repulsiva en un primer momento, algo así como Leather Oud, de La Collection Privée de Christian Dior. Pero no. De hecho, en lo personal me recuerda a la etapa que tuvo Tom Ford al frente creativo de YSL o de Gucci, cuando ambas casas lanzaron respectivamente M7 o Gucci pour Homme: perfumes muy masculinos, duros, terrenales, que no buscaban agradar a las masas, y que con el tiempo se convirtieron en el epítome de la masculinidad y de la creatividad en perfumería (ambas, por cierto, se dejaron de producir, alcanzando precios de reventa escandalosos). Encapsulando la esencia del autor, y aun a riesgo de simplificar en exceso, diría que Alessandro Gualtieri sería una suerte de Tom Ford italiano después de pasar una temporada experimentando con alucinógenos, acentuando esa tendencia a una sensualidad extrema que coquetea con lo escatológico, y que puede echar para atrás en un primer momento para más tarde acabar fascinando.

Siete son las creaciones que tiene esta casa y que me gustaría abordar en el futuro: Boccanera, Stercus, Bergamask, Brutus, Terroni, Seminalis y Viride. Por el momento, mis preferidos son Boccanera, Stercus y Brutus (por este orden). Si os gustan las creaciones de Nasomatto, os gustarán las de Orto Parisi. Si os gusta Black Afgano, lo más probable es que os guste, y mucho, Boccanera, Stercus y Brutus.

Algo sí puedo adelantar de todas estas composiciones. Si en el resto de reseñas acostumbro a enumerar los escenarios en los que destacan más, haré bien aquí en subrayar que estos no son aromas para llevar al trabajo. Ni para cualquier evento social. Desde luego, no son una opción si lo que buscamos es un olor que agrade a los demás. Con todo, son composiciones fabulosas, únicas, provocadoras, audaces. La «locuacidad» de Gualtieri no es puro artificio, el genio creador de este hombre va más allá del marketing que envuelve sus trabajos y lo sitúa, en mi opinión, entre los mejores perfumistas del mundo.

Como ya he comentado en el inicio de este artículo, más que como una vivisección pormenorizada de sus creaciones, valga este artículo como una forma de expresar mi fascinación por Orto Parisi y por Alessandro Gualtieri, y contagiaros así el deseo de ir a una perfumería niche y dedicarle unos minutos a esos simpáticos frascos minimalistas de colores.

¡Hasta el próximo artículo!

 

– Aitor
aitor@sinabrochar.com

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