Turismo sartorial.

Vivimos en la era de la comunicación y el transporte. Todo parece estar mucho más cerca tanto virtual como físicamente y esto repercute en nuestra forma de ver y vivir la vida. Las relaciones comerciales han cambiado por completo y la experiencia de usuario se transforma para ofrecernos nuevas alternativas. Pero muchos pensaban que quizás esto sólo ocurriría con cierto tipo de producto. Sin embargo, la actualidad nos demuestra que incluso sectores tan clásicos y tradicionales como la artesanía se ven influenciados por estas nuevas corrientes comerciales, siempre en pro del cliente y el servicio, pero también en beneficio del propio profesional.

Lo que he llamado Turismo sartorial pueden entenderse desde dos puntos de vista: El profesional y el cliente, dependiendo de si es uno u otro el que se desplaza buscando al contrario.

No es nada nuevo que, todo aquel que se lo pueda permitir, viaje buscando nuevos lugares donde adquirir los mejores productos o simplemente aquellos que no encuentra en su ciudad. Esto ha existido desde los orígenes del comercio, y no sólo en la industria textil y artesanía. Pero lo cierto es que hoy día existen más medios y facilidades para viajar y la posibilidad para conocer lugares antes imposibles es mucho mayor.

En la actualidad es posible conversar por Skype con el dueño de una tienda en Melbourne mientras estamos en Sevilla, e incluso preguntarle si estará la semana que viene cuando pasemos por allí por trabajo y aprovechemos para conocer su establecimiento y comprar alguna cosa. Este sería turismo por parte del cliente. Sin embargo, en los últimos tiempo (aunque tampoco es nada nuevo como comentaremos ahora) ha surgido una corriente de profesionales dispuestos a desplazarse por todo el planeta ofreciendo sus servicios a nuevos clientes.

El artesano de nuestro tiempo ha pasado de ser un huraño relegado a su taller a ser un hombre de mundo e idiomas, con un trabajo respetado y envidiado por muchos. La sastrería -y otros procesos artesanales- han pasado de ser un mero servicio al consumidor a convertirse en verdaderas experiencias inolvidables, o al menos ese creo que es el objetivo. Y todo ello haciendo partícipe al usuario y haciéndolo sentir especial, el centro de todo. ¿Qué hay más especial que vengan a verte?

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Existen ya muchos ejemplos de esto. Desde sastrerías industriales como Absolute Bespoke que desde el primer momento parecía tener claro este modelo de negocio basado en los Trunk Show por medio mundo, hasta el senecto sastre que en los últimos años de su carrera decide reconvertirse y ofrecer su trabajo a todo aquel que lo valore, independientemente de su raza, religón o idioma, como es el caso de Antonio Liverano.

¿Qué es un Trunk Show?

Probablemente a estas alturas estemos hartos de escuchar este término y quizás no sepamos exactamente cómo definirlo. La traducción más o menos literal sería «muestra de baúl«. Y surge allá por los años 80 y 90 de la mano de esos diseñadores que hacían pases privados para sus mejores clientes e iban habitualmente cargados con baúles donde guardaban sus exclusivas colecciones que en ocasiones ni siquiera había salido todavía al mercado. De esta forma ofrecian un servicio especial y aún más exclusivo a algunos de sus clientes, y mucho más cómodo para ellos. Además de que así no tenían que esperar a que se decidiesen o no por ir a sus tiendas.

Para muchos eso de esperar con los brazos cruzados a que entre el cliente por la puerta dejó de tener sentido. Ahora son muchos sastres, artesanos e incluso marcas las que organizan eventos relativamente privados y de manera periódica con los que ofrecer a usuarios de otras ciudades y países sus servicios que de otra manera sería muy complicado.

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Es una forma de fidelizar a los clientes más alla de tus fronteras. Además, desde el punto de vista estratégico y económico, parece un plan redondo ya que con una inversión relativamente pequeña y asumible se puede llegar a un potencial público antes impensable.

¿Cómo funciona?

Cada evento es diferente y peculiar según quien lo organice, pero hoy día resulta relativamente sencillo hacerse eco a través de las Redes Sociales y webs de futuras acciones y llegar a ese público que nos interesa. También, para maximizar los esfuerzos, suele contarse con algún persona o profesional local que nos garantice su difusión, suponemos que a cambio de una comisión. Y lejos de suponer traer la competencia a casa, hacer este tipo de acciones se entiende como ofrecer un servicio adicional y diferencial a nuestros clientes.

Existen ya tiendas de renombre como The Armoury, Signet, o Leffot, por citar sólo algunos ejemplos, que organizan y promueven por diferentes países Trunk Shows no ofreciendo sus productos, sino los productos o servicios de otros profesionales o marcas a su cartera de clientes. ¿Sorprendente verdad? Y es que todo esto va muchás aoá mll que la sencillas leyes no excrita de la competencia. Estamos en los tiempos de las sinergias, la colaboración y la reinvención de nuevos ideales. Lo que hace 5 años nos parecía impensable hoy día puede ser la revolución.

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Pero ojo, no pensemos que esto solo pasa en el extranjero. Sumado al reciente caso de Absolute Bespoke, que comentábamos antes, existen los ejemplos de la sastrería de Gonzalo Larraínzar y la camisería Burgos, ambos sitos en Madrid, que desde hace muchos años asisten a Nueva York y Londres de forma periódica a atender a sus clientes foráneos.

¿Diferentes a otros eventos?

El caso de esta sastrería y camisería españolas es un éxito a medias. Según tengo entendido, ellos no realizan lo que hoy conocemos como Trunk Shows, sino quizás más bien se acercan más a ese concepto de los años 80 y 90, es decir esos pases privados que comentábamos antes. Pero, sin pretender juzgar en absoluto el trabajo de nadie, lo realmente interesante de este tipo de eventos son dos aspectos: Primero, lógicamente como decíamos poder dar la oportunidad a personas de otros países de disfrutar de nuestro producto y servicios sin que tengan que cruzar el planeta o sacarles de sus rutinas. Y segundo, y casi mas importante, de paso realizar quizás la mayor estrategia de marketing que hayamos hecho jamás, demostrando con este tipo de eventos que nuestra empresa se desvive por sus cliente. Es decir, no sólo usar este tipo de acciones como el servicio que es, sino como una acción de marketing en sí mismo, como una excusa perfecta para difundir a los cuatro vientos nuestra forma de pensar y adaptarnos a los tiempos. Es aquí donde radica la diferencia entre esos Trunk Shows de los 80 y los que hacen en la actualidad las marcas de renombre citadas antes. Porque hoy tenemos los medios para generar esa difusión al alcance de nuestra mano.

¿Qué sabemos nosotros si en vez de Londres tenemos que ir a Estocolmo porque tras uno de nuestros eventos nos escriben decenas de usuarios de este país? o ¿No podemos ampliar nuestra agenda asistiendo a Paris a raíz de la llamada de una tienda que nos quiere alli? Todo esto no surgirá si no difundimos nuestra acción.

Eso es lo que nos ofrece la difusión y la era de la sinergia. Y debemos aprovecharlo, indudablemente. Porque con poco podemos conseguir mucho.

Existen casos en la actualidad, como el de los coreanos B&Tailor, que prácticamente pasan más tiempo fuera atendiendo a clientes de otros países que en sus propios establecimientos. Como es lógico esto no es tan sencillo como parece. Se debe organizar bien la agenda, tener en cuenta plazos, compromisos, fiestas locales, estaciones, y un largo etcétera.

Nos hemos centrado en los servicios de sastrería y camisería, pero tambien son comunes este tipo de eventos en el mundo del calzado con empresas como Leffot o Skoattiebolaget, que tanto en Estados Unidos como en Europa realizan regularmente eventos de este tipo ofreciendo productos de las mejores casas zapateras del mundo.

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En ocasiones, siguiendo con esa tendencia colaborativa de los nuevos tiempos, y supongo que tanto para hacer más interesante la oferta como rentabilizar gastos, son varias las casas que se ponen de acuerdo para organizar un evento de este tipo. Por ejemplo, en el anuncio sobre estas líneas víemos que Monogram, The Finery Company y B&Tailor son los promotores de dicho acontecimiento, en el que encontraremos productos de Gaziano & Girling, Steady-State, Frui, Viola Milano y ZK. Lógicamente resulta mucho más atractivo que si sólo concurriera uno solo de ellos.

Tras este artículo podemos hacernos una idea de cómo funcionan este tipo de acciones y cual es su interés, tanto por parte de usuarios como profesionales. Desde mi punto de vista creo que son eventos extraordinarios y muy interesantes para todos y desde aquí animo a profesionales españoles a que se aventuren en este tipo de prácticas porque sólo puede traer cosas buenas. Conocer otros tipos y perfiles de clientes, relacionarnos con otros profesionales del sector, dar a conocer nuestro trabajo más allá de nuestras fronteras…

¿Qué más se puede pedir?

Volviendo al tema central de este artículo, rescatemos esa otra vertiente de turismo de la que hablábamos al comienzo. Sí, a muchos les gusta viajar en busca de aquellos productos fetiche, de ese sastre que hace exactamente lo que él busca, de ese zapatero que entiende la artesanía justo como deseábamos.

Y es que, debemos ser conscientes de que al igual que un monumento, un restaurante o un paisaje, en los tiempos que corren la excusa para viajar a determinados lugares también está basada en el consumismo. Y no sólo en la parte menos agraciada y banal de éste. Viajar al fin y al cabo es vivir experiencias, y si éstas están basadas en nuestros gustos y aficiones mejor que mejor. Por ello, no debe extrañarnos que si unos viajan a Disneyland Paris para vivir su sueño de conocer la historia de Mickey Mouse, otros decidamos ir, por ejemplo, a Corea a disfrutar del trabajo de nuestra sastrería favorita.

En menor medida esto ya lo hacemos muchos. ¿Cuántos hemos ido a Londres y aprovechamos para hacer compras en establecimientos concretos? ¿O aprovechamos un viaje a Madrid para encargar unas camisas? Señores, esta es la antesala al Turismo Sartorial. Ese turismo que ya muchos extranjeros realizan buscando compras diferentes, calidades concretas y una de las irremediables consecuencias -positivas- de la globalización extrema en la que vivimos.

¡Disfrutemos!

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