Este es un tema que ya he tratado en alguna ocasión en Instagram pero que me parece interesante profundizar en él. No sin antes advertir que aunque su enfoque inicial pueda no tener nada que ver con la moda, me parece esencial verlo desde este punto de vista.
La moda no deja de ser un instrumento de expresión del ser humano, y esta viene influenciada por la cultura, región, clima, estilo de vida y un largo etcétera de acontecimientos personales y externos que harán que vistas de una forma determinada.
Generalmente decidimos vestir de una manera u otra con el fin de representar estéticamente nuestra forma de ser, pensar o comportarnos. El problema, desde mi punto de vista, viene cuando fruto de ese afán etiquetador de la sociedad (y nuestro) deducimos personalidades y comportamientos en base a una forma de vestir. Pero es que parece ser que es precisamente lo que buscamos hoy día. Y enfatizo en esta última coletilla temporal porque antaño no era del todo así. Antiguamente pesaba mucho más el hecho de ir adecuado al momento, acorde a cada situación, incluso con muchos menos recursos y prendas que en la actualidad. Y aunque esto puede parecer mucho peor, lo cierto es que de alguna forma dejaba de lado toda personalidad, que cada uno pudiera gestionar como quisiera, y se centraba en el acto representativo protocolario.
Por tanto, podríamos concluir que en los tiempos que corren cada cual viste prácticamente en función de su personalidad y lo que quiera mostrar a los demás. ¿No? Pues bien, si nuestro objetivo de hoy es tratar de averiguar por qué el hombre español no tiene un estilo propio con el que identificarse, parece lógico pensar que la reflexión debería comenzar sobre la personalidad de la sociedad española.
Esta cita atribuida a Otto Von Bismarck aunque no verificada, ilustra a la perfección la reflexión en la que quiero introduciros:
Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.
Sea veraz o no, lo cierto es que habrá pocos españoles que no den la razón a quien quiera que sea el que dijese esto. Y es que en menor o mayor medida ese fenómeno de autodestrucción al que hace mención esta cita está presente en todos los puntos de mi próximo alegato.
Desde que tengo uso de razón -y ya van 37 años de vida- la sociedad española ha vivido dividida por alguna razón -o muchas- y si bien en otro países mucho más plurales, cosmopolitas y variopintos del planeta, han sabido mitigar diferencias en pro de la unidad nacional, en España no sólo no ha existido este ánimo sino que se ha trabajado constantemente en su dirección opuesta.
Cada día la sociedad se esfuerza más en mostrar, clasificar y etiquetar las diferencias entre nosotros, consiguiendo una comunidad cada vez más individualista, minorista y sesgada. El por qué de esto daría para una reflexión socio-política muy interesante que no viene hoy al caso, pero el hecho es que si dedujimos anteriormente que la vestimenta era fruto de la personalidad y representación de cada uno, y esta a su vez parece estar determinada por el sinfín de etiquetas a las que somos (auto) sometidos, parece que ya vamos dando con la raíz del tema. ¿No os parece?
Tenemos hoy día un mundo en el que muchos luchan por representar sus etiquetas seleccionadas, cada cual más exagerado que el anterior, mientras otros se empecinan en degradar su vestimenta pensando que así no serán enmarcados en ninguna de ellas. Así pues en España llevamos tiempo gozando de una amalgama de estilos demasiado heterogénea. Algunos dirán que esto es fabuloso. Y sí, es estupendo que cada uno se exprese de la forma que considere oportuna y que la sociedad lo promueva. Pero no deja de ser una pena que por el camino hayamos dejado de lado normas, protocolos y tradiciones que ponían en valor la corrección, respeto y representación. Porque al igual que las leyes están para controlar al animal que hay en todo ser humano y en un mundo ideal sería fantástico que no existieran, las normas de vestimenta han estado siempre para garantizar unos mínimos que deberían ser deseables para la buena convivencia también.
Mi discurso no pretende ser una defensa a ultranza de lo arcaico y clásico. Creo precisamente que la verdadera elegancia está en saber reinventar las normas con estilo y sabiduría. Ser diferente y llamativo de manera vulgar es el camino fácil. Pero hacerlo con inteligencia, mesura y en su justa medida suele ser mucho más valorado, precisamente porque todo el mundo reconoce su complejidad.
Aun a riesgo de seguir divagando sobre el tema de este artículo, diré que esa creencia de que la libertad individual está irremediablemente ligada a una supuesta anarquía en pro de las minorías que en las últimas décadas está calando en la sociedad española, es un arma peligrosa. Precisamente porque se pierden valores de comunidad y convivencia importantes. Teniendo la creencia de que se es más libre por pertenecer a un grupo más reducido y diferente de la sociedad, cuando realmente se siguen dogmas, conductas e incluso modas paralelas y por tanto se vuelve en cierta manera a un protocolo y normativa establecidos. Curioso cuanto menos.
Pero entonces, ¿Por qué no existe un estilo español?
Porque no existe realmente, desde hace mucho, un sentimiento de pertenencia a España. Esa es la razón. En Italia, Reino Unido, o Francia, durante determinadas épocas de la historia sí ha existido un fuerte arraigo hacia cada nación respectivamente, y el vestir no ha sido más que la representación individual y colectiva de ese sentimiento. La sastrería británica ha sido durante décadas un símbolo de la rectitud y protocolos ingleses, la sprezzatura italiana es sinónimo de la actitud y desparpajo del hombre italiano, mientras que el atuendo francés entre rústico y urbanita ha sido todo un icono más allá de sus fronteras. Y en cada uno de estos países había una extensa representación ciudadana que con orgullo no le importaba ser identificado de esta manera, todo lo contrario.
Esto en España nunca ha pasado, quizás fruto del complejo de inferioridad que padecemos desde hace décadas -más allá de éxitos deportivos-, y la potenciación de la mediocridad a través del deporte nacional de la envidia y el deseo del mal a todo aquel que no sea uno mismo. Además de una usurpación, atribución y politización de todo símbolo nacional por parte de uno y otro bando, que aunque nos parezca una estupidez, es algo que termina calando y haciendo su efecto, al desligar ciertos símbolos del sentimiento patriótico y de comunidad. Consiguiendo una reacción de rechazo diría que única en el planeta e impropia de cualquier país, incluso de aquellos en verdadero conflicto.
La sociedad española hace mucho que pasó a ser fácil y útilmente manipulable, anulando -aunque creamos lo contrario- todo pensamiento personal y corriente espontánea de la comunidad. Fenómeno que, dicho sea de paso, se ha ido extendiendo finalmente a esos países de los que hablábamos anteriormente, por mucho que se empeñen en vendernos lo contrario. Al menos lo intentan, aquí hace tiempo que perdimos la esperanza.
¿Y tú qué opinas? Deja tus comentarios más abajo.
Creo que tu artículo es muy acertado al identifcar la causa actual de la inexistencia de un estilo que identifique la forma de vestir de la sociedad española. Quizas el elemento común es la disparidad. No obstante he de decirte que ello no esta reñido con el hecho de que haya algunos sectores sociales, especialmetne en el mundo de los negocios, que vayan bien vestidos a diario.
En mi opinión hace años, cuando el traje estaba institucionalizado como «uniforme» de trabajo para los profesionales liberales, sí existía un estilo común caracterizado por el corte sin estridencias y el color de las telas con que estaban confeccionados que solían ser en gris o negro, que aportaban seriedad y elegancia al conjunto.
Hola Miguel.
Entiendo lo que dices, pero no considero eso último que comentas un estilo identificador del hombre español, no crees? O al menos a mí no me parece que destacase respecto a otros países.
Un saludo
Salva
Tienes una dudosa capacidad para analizar los problemas, no del país, si no de sus ciudadanos, analizando la forma de vestir…
Tu articulo es una amalgama grandilocuente de tópicos, generalidades y menosprecio.
«La sociedad española hace mucho que pasó a ser fácil y útilmente manipulable, anulando -aunque creamos lo contrario- todo pensamiento personal y corriente espontánea de la comunidad».
Me desagrada profundamente.
Hola Juan.
Gracias por tus comentarios. Recordarte que mi artículo es de opinión, y por lo tanto no espera concordar con la de otra persona. Ni tiene por qué hacerlo, dicho sea de paso.
No obstante, sería estupendo que compartieses tu propio análisis u opinión al respecto del tema tratado, con un enfoque distinto y quizás mucho más interesante que el mío.
La ausencia (o no) de estilo español es una pregunta que nos hemos hecho muchos y esta no ha sido más que mi forma de verlo.
Un saludo
Salva
Este artículo pone el dedo en la llaga respecto a una identidad patria respecto a la moda masculina española. Salvando honrosas excepciones como la capa española o la Teba no se identifica un estilo propio claro en el vestir masculino. Lo más cercano que podemos admitir es la del hábito de confeccionar prendas discretas que no llamen la atención por parte de los sastres españoles a lo largo de la historia. Sin ánimo de etiquetar a la persona y relacionar su vestimenta con su personalidad si he de destacar que aquel hombre que vista correctamente ya sea formal o informalmente tendrá asociados una serie de valores intrínsecos que aporte y enriquezca a la sociedad. Gracias.
Es curioso cuando menos, porque probablemente sí hay un estilo de vestir vasco, catalán, madrileño o andaluz. Yo recuerdo de los días del Puente Aéreo que sabía al 90% de posibilidades de acierto, quién en el avión era de Madrid y quién de Barcelona por su forma de vestir, teniendo en cuenta que casi todos llevaban (llevábamos) traje. No somos españoles vistiendo porque no hay, como dices, una forma de vestir española, salvando tópicos como la capa o la alpargata.
Pero también hay que considerar que los sastres españoles, y ahora hablo sólo de ropa, no se han molestado en crear ese estilo. Los franceses por ejemplo, atrapados en su momento a medio camino entre napolitanos y Savile Row, se preocuparon de tener sus notas características, como ese famoso «hombro Cifonelli», por ejemplo.
Los sastres españoles que podrían competir con Giewes & Hawkes, Henry Poole o Anderson & Sheppard de Londres o con Rubinacci, Caraceni o Gianni Campagna en el lado italiano (y con Cifonelli o Camps & de Luca en el parisino) no se han molestado apenas (aunque hay algunos más o menos «nuevos» como Serna o Prats que sí) en tener unas webs dignas (no he visto ninguna con su versión en inglés, cuando la web del zapatero Lazslo Vass, de Budapest, sólo está en inglés, ni siquiera en húngaro). Hay excepciones, como Santa Eulalia o Bel &Co., pero son tan excepcionales que casi da pena.
Y es de ahí de donde debería salir ese «estilo español», que entrecomillo porque es algo que no existe.
No puedo estar más de acuerdo en lo que dices Vicente. Y es una cuestión en la que no había caído, aunque quizás va en la línea de la individualidad y falta de unidad de los españoles. Que ojo, no solo hay que verlo como algo negativo, pues podríamos deducir que es la gran diversidad de culturas y formas de comportamiento de las que gozamos en España.
Un saludo
Salva
Buenos días! Quería dejar por aquí mi comentario de opinión. Yo creo que España históricamente ha sido un país multicultural y multiétnico influenciado por las diversas culturas que han ido pasando por nuestra bendita tierra. Eso ha hecho que tampoco tengamos una raza propia española. En España existen personas blancas, más morenas, rubias, con ojos claros, con ojos oscuros, pelirrojos y de todos los tipos y colores, y eso nos hace especiales. Puede que con el estilo pase lo mismo. Creo que sí podría haber un estilo español predeterminado, que podría ser por ejemplo el uso de «castellanos» como su nombre indica, que en otras culturas reciben el nombre de «mocasines», sombrero cordobés, capas y muy buen gusto por los trajes podrían ser otras características exclusivas del caballero español. Pero eso sí, por lo que más destacamos en este país es por poner de moda y lucir prendas y estilos extranjeros. Cinturones argentinos o guatemaltecos, levi´s 501 americanos, barbour ingleses, trajes de casas italianas, ponchos peruanos o marroquíes, infinidad de modas que van pasando por nuestro país de influencias extranjeras. Muchas veces nos sentimos mejor llevando un Polo Ralph Lauren con la bandera americana que si la llevase Española o que nuestro traje sea de la casa Marsotto en vez de algún sastre español de prestigio. Somos así y el día que nos demos cuenta que nuestro país es uno de los más ricos y bellos del mundo , igual cambiamos algo.