Guía del buen regalo.

Más de uno puede pensar que al tratar este Blog sobre Moda Masculina promovemos desde aquí el consumismo desenfrenado basado en el capricho y la desmesura, pero lo cierto es que basta con pasarse por la sección Reflexiones para comprobar que, nada más lejos de la realidad, mi pretensiones son totalmente opuestas a esa forma de pensar.

Usando una curiosa analogía histórica podríamos decir que la industria textil en su más amplia acepción predica aquel lema que hizo suyo el Despotismo Ilustrado:

«Todo para el pueblo, pero sin el pueblo»

La comparación puede parecer quizás exagerada. Sin embargo, diría que le viene como anillo al dedo a esa industria a veces monstruosa y despota que maneja al consumidor a su antojo. Por suerte no toda es así.

Pero hoy no estamos aquí para criticar, una vez más, esa maquinaria industrial en la que se ha convertido la Moda, sino para poner un nuevo grano de arena sobre la montaña del criterio y la lógica de la que todo consumidor debería hacer gala, aunque cueste hacerlo.

Todos somos ya conscientes de que se acercan esas fechas entrañables, familiares y caseras en las que la gente tiene por costumbre cristiana realizar regalos unos a otros. Sin embargo, da la sensación de que hemos llegado a un punto en el que -casi- por obligación son muchos los que salen del paso agobiados por esa losa consumista que les empuja.

Por ello hoy quiero compartir esta guía basada en 3 puntos y adelanto que NO se trata de una guía de compra, ni una lista de sugerencias, ni nada por el estilo. El objetivo de esta breve guía es conseguir que paremos, y reflexionemos, antes de cometer el bonito acto de regalar.

Punto 1: No regalar por regalar.

Es importante que tengamos en cuenta que hacer un regalo en ningún caso debe ser una obligación. Parece tan obvio, pero son muchos a los que se les olvida este pequeño detalle. Puede sonar utópico pero sólo deberíamos regalar a aquellos a los que de verdad nos apetezca hacerlo.

Para regalar hay que estar motivados y predispuestos. Todo aquel regalo que no nazca de unas sinceras ganas por realizarlo probablemente resultará forzado y carente de sentido.

Si nuestro regalo es útil permanecerá en el día a día y el recuerdo constante del afortunado. Mientras que un regalo inútil o no deseado probablemente quedará rápidamente olvidado o, en el mejor de los casos, devuelto antes de 30 días.

Punto 2: Regalemos futuro.

Otra obviedad, comúnmente olvidada, radica en la utilidad del regalo. Y es que a la hora de pensar qué regalar debemos acordarnos preferiblemente de aquello que será de utilidad para el afortunado.

No consiste en acrecentar la lista de cosas inútiles cada año, poniendo al susodicho en un compromiso cada vez que pretenda hacer limpieza.

Recordemos ¡Regalamos para los demás! Y digo esto porque más de uno parece hacerlo más para tranquilizar su conciencia o satisfacer su ego que para hacer feliz a la otra persona.

Punto 3: Ser detallista cuesta más tiempo que dinero.

Llegamos al punto para mí más importante. Regalar, y hacerlo bien, no es cuestión de poderío económico, ni siquiera de originalidad. Es cuestión de detalle.

Todos estaremos de acuerdo en que el fin primero y último de regalar es la felicidad. Es decir, demostrar a través de un objeto o acción que podemos hacer feliz a otra persona. Agradecer, recordar, demostrar o enseñar a otras personas que nos importan, de manera permamente o circunstancial.

Esto no se consigue comprando el primer jersey azul que veamos en una tienda. Por mucho que le venga estupendamente este Invierno. Ni mucho menos porque hayamos pagado por él un dineral. Así no se demuestran las cosas. Así sólo se compran.

El valor de nuestros regalos no se mide por lo que pagamos por ellos sino por lo que son capaces de transmitir al afortunado.

Demostrar que quieres a alguien es regalarle esa maquinilla de afeitar clásica de la que tanto te ha hablado, aunque tu no entiendas ni su valor ni exactamente lo que es. Agradecer a alguien que esté contigo cada día es invitarla a comer a ese restaurante que tiene tantas ganas de probar pero que no se puede permitir. Recordarle a una persona que estás ahí para lo que necesite es regalarle ese libro que tanto te ayudó a tí en su día. Enseñarle a una persona que de verdad te importa es regalarle ese día de senderismo en el campo al que tanto tiempo llevaba pidiéndote que le acompañes.

En definitiva, regalar es conocer y esto lleva tiempo, dedicación y ganas por hacer las cosas.

Siempre es preferible hacer tres buenos regalos cada año, que cumplir con todos por obligación y sin ganas, por el mero compromiso de hacerlo.

Por ello un regalo no debe ser gestado con prisas, a última hora o directamente preguntándole al afectado por sus preferencias. Un regalo hay que trabajárselo. Indagar, estar atentos, acordarse de esa anécdota, escuchar, ponerse en el lugar del otro. Sólo así conseguiremos que nuestro regalo sea especial y único para esa persona, digno de regalar.

¡Buena semana!

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