Días en Oporto (Parte 2)

Hace algunas semanas ya os hablé de mi último viaje a Oporto, pero ya avancé que aquellos días por allí habían dado para mucho, a pesar de que el tiempo no acompañó demasiado. Eso no impidió que, una vez más, descubriéramos como si fuera la primera vez cada rincón de esta bonita ciudad.

Hacía unos 5 o 6 años que no volvía a esta capital portuguesa, y he de decir que desde mi última visita he notado cierta mejoría en algunos aspectos de la ciudad.

Si antes ya tenía un encanto especial, esta vez noté una mejoría general en su oferta gastronómica y de compras. Infinidad de restaurantes con cuidada decoración y sofisticados menús, así como tiendas con esos diseños y productos que invitan a entrar y tener que resistirse a querer comprarlo todo.

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Lo cierto es que puedes disfrutar de Oporto sin gastar un céntimo, ya que con sólo pasear por sus calles, admirar y comprobar que su arquitectura nada tiene que envidiar a la de muchas capitales europeas, ya es un verdadero placer.

Edificios emblemáticos tienen un aire señorial e imponente. Dicen que esta ciudad tiene cierto aire británico desde que los comerciantes de vino ingleses se afincaron allí. Y la verdad es que yo creo que sí.

Hay un dicho popular que dice:

«Lisboa se divierte, Coimbra canta, Braga reza y Oporto trabaja»

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Lo que realmente me gusta cuando viajo es perderme por cada rincón y descubrir sitios quizás menos turísticos, pero llenos de la vida y naturalidad de cada ciudad. Vivir lo más cerca posible de sus gentes, sus costumbres y día a día, sin parecer un observador que lo altera todo con su presencia. Y Portugal en general se presta mucho a esto.

Se trata de un país tan acostumbrado al turismo, tan amable y cercano, que te hace sentir como en casa, y eso me encanta.

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La nostalgia que desprende el casco antiguo de la mayoría de ciudades portuguesas me fascina. Si te fijas en los detalles y por un momento te olvidas de coches y personas de alrededor, parecerá que has retrocedido a otra década. Y sino, haz la prueba y observa con detenimiento la siguiente imagen.

Imagínala en blanco y negro, con cierto polvillo y ruido por el paso del tiempo, y sustituye esos dos coches por dos clásicos de la época. Cambia mentalmente a los viandantes actuales por señores ataviados con sus trajes cruzados, sombreros y gabardinas, acompañados de sus señoras portando vestidos con vuelo y tacones.

¿No cuesta tanto imaginarlo verdad?

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Todo esto contrasta con ese estilo rural y humilde de la orilla del río frente a Vila Nova de Gaia, el lugar donde descansan algunas de las bodegas de vino que dan fama a esta región.

Una vez más nos demuestra que se trata de un país de contrastes permanentes y a todos los niveles, precisamente los cuales dan personalidad propia a esta región.

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Como decíamos, contrastes a todos los niveles y de todo tipo. No se queda atrás el apartado automovilístico portugués, que lo mismo nos ofrece la presencia de un imponente deportivo de reciente hornada, que nos deleita con un perfecto clásico de finales de los sesenta, como este precioso BMW 2002, en perfecto estado de conservación con el que nos topamos en una inesperada callejuela del centro.

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Sin duda, ni Oporto ni Portugal dejarán nunca de sorprenderme -para bien-, y no perderé oportunidad de pisar de nuevo sus tierras en cuanto se presente la menor oportunidad.

¡Comenzamos la semana!

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