Con las nuevas generaciones.

Ya sabéis que estuve en Barcelona la semana pasada para la presentación de mi libro en la joyería Unión Suiza, pero no perdimos el tiempo y, ademas de aprovechar mi estancia para encargar una chaqueta en Sastrería Blasi, gracias a las gestiones de  María José Benavente, una de las componentes del taller de la conocida Sastrería Santa Eulalia, surgió la idea de dar un par de charlas en varios centros educativos de formación profesional de Diseño y Patronaje, concretamente el Centre de Formació Creatiu i Técnic Sabadell y el Institud Anna Gironella de Mundet.

Para mí, lógicamente, era un placer poder asistir y presentar a estudiantes y profesores no sólo mi nuevo libro sino mostrarles la actualidad de la sastrería en España y hacerles ver que para ellos, que están formándose en estas lides, puede ser una forma de ampliar sus conocimientos y las potenciales opciones laborales dentro del sector textil.

Sorprende descubrir cómo, a pesar de tratarse de alumnos jóvenes, despiertos y con ganas de innovar, probablemente usuarios constantes de redes sociales, la gran mayoría poco o nada conocía acerca del mundo de la sastrería, y mucho menos se habían su incursión en ella.

Traté de mostrarles mi visión sobre lo que debería ser la evolución de la sastrería en general, y de qué manera una nueva generación de aprendices y sastres podría ayudar a ello. Haciéndoles ser conscientes de que la sastrería puede convertirse en un vehículo perfecto para desarrollar su creatividad, y mostrar sus dotes con el diseño y habilidades en costura.

Quise hacerles ver también que este sector, ahora más que nunca, necesita mano de obra cualificada, gente con ganas y ánimo por aprender y descubrir un oficio que parece gozar de un período de bonanza y crecimiento, como hemos podido comprobar en los últimos años.

Para mí fue una bonita experiencia que me hizo comprobar de primera mano uno de los grandes males que afecta al sector y que llevo ya años observando, y es la desconexión total de los profesionales con las fuentes de formación, provocando así un desajuste evidente entre la mano de obra necesitada por los talleres y la que realmente sale formada para ello en las escuelas. Y es que ni siquiera existe a día de hoy una verdadera formación reglada, práctica y eficaz que garantice un verdadero aprendizaje del oficio.

Me consta que poco a poco varios profesionales están luchando por cambiar esto, pero los años de parsimonia pasan factura en la actualidad, con un salto generacional importante. Además hay que saber que el gran problema es que este oficio requiere un largo proceso de formación que no puede realizarse de un día para otro, y que, en el mejor de los casos, oscilará al menos entre los 5-6 años de duración.

Desde aquí agradecer a estos centros educativos y sus responsables por ofrecerme esta oportunidad y por haberme prestado un trato y recibimiento magnífico.

¡Sigamos aportando nuestro grano de arena!

 

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