Breve visita a Sombrerería Yoqs.

El sombrero siempre ha sido un elemento muy ligado al estilo y vestir clásico. En España, más allá del mundo rural y ciertas vestimentas folclóricas, el uso del sombrero no está comúnmente extendido. Sin embargo, ya sabéis que desde SinAbrochar tratamos de recuperar y aprender sobre ciertas costumbres y elementos del vestir para poder aplicarlos en nuestro día a día.
Cierto es que en los últimos años lo que conocemos como Sombrero Panamá si que es visto de forma más o menos regular durante la época estival en un ambiente claramente ocioso. Pero no es común ver a un señor por la Gran Vía madrileña con un traje de lino azul, portando un Panamá. Una pena, dicho sea de paso.
Una vez más estamos ante otro claro ejemplo de que en España, en nombre de la libertades, hemos cometido el error de no transmitir e inculcar ciertas costumbres y cultura de la que antes si gozábamos.
Por suerte todavía contamos con establecimientos que siguen apostando por la difusión de las buenas costumbres y productos con historia. Es el caso de la Sombrerería Yoqs, sita en el número trece de la céntrica calle madrileña de Hortaleza, que tuve el gusto de conocer la semana pasada en una visita más fugaz de lo que me habría gustado.
Allí conocí a Francisco Mateos, padre e hijo, que juntos regentan esta tienda de Sombreros, Gorras, Boinas, además de accesorios de todo tipo como cinturones, pañuelos, gemelos, maletas, guantes. Pero hoy nos centraremos en los sombreros, que fue lo que me llevó a ellos.
Francisco es un elegante joven del que nada más conocer comprobamos como hace gala de los dogmas clásicos que trata de difundir a través de su establecimiento. Como más adelante comprobaremos de soslayo, vestido con un impecable traje de príncipe de gales cruzado, portando corbata y pañuelo perfectamente combinados, me atiende cortésmente, apuntando anécdotas, trucos y detalles a medida que fluye nuestra conversación.
Un placer.
Comienzamos a ver verdaderas joyas en forma de sombrero. Fieltro de lana, conejo, cashmere son algunos de los materiales que van surgiendo conforme va mostrándome nuevos modelos, cada cual más interesante -y bonito- que el anterior. Mi conocimiento, hasta ese día, acerca del mundo de la sombrerería era más bien escaso. Sin embargo, Francisco consigue despertar en mí cierta fascinación y una gran curiosidad.

Firmas como Fernández y Roché, Signes, Borsalino, Stetson, Motecristi, entre otras, descansan en las vitrinas de esta sombrerería en la que se congregan más de 35 años de experiencia.
Tras disfrutar de una agradable conversación y descubrir pequeños trucos para el doblado de las alas de los sombreros, le comento a Francisco que andaba buscando un Panamá en color tostado, ya que el que tengo resulta a veces demasiado claro. Me muestra diferentes opciones con gran disparidad de precios. La mayoría confeccionados con la usual paja toquilla, aunque me muestra uno de Signes confeccionado con paja buntal, también conocido como Parabuntal, material que le otorga una gran ligereza y cierto brillo. Me gusta, pero el acabado del borde del ala es una especie de dobladillo exterior que no termina de convencerme.
Signes  es una marca alicantina que hace sombreros desde 1968, pero finalmente me muestra otro modelo bajo su propia marca confeccionado en paja toquilla directamente en Ecuador. Este me encaja tanto en precio (unos 100 euros) como características, pero para mi desgracia en ese momento no tenían disponible mi talla exacta. Por suerte, Francisco me comenta que para este mes de Mayo esperan recibir, así que acordamos que me avisen para enviármelo.
Mientras tanto no pierdo la oportunidad de probarme con relativa calma algunos sombreros que me tenían fascinado. Compruebo que con un Fedora no sólo no me veo ridículo, sino que con más de uno podría salir directamente por la puerta y encontrarme perfectamente a gusto.
Gracias a estas pruebas descubrí otro interesante complemento al que hasta ahora no había prestado demasiada atención. Hay que reconocer que los sombreros de este tipo siguen en la mayoría de los casos al margen de las modas actuales y seguramente serán una fuente más de miradas curiosas e incrédulas. Pero… ¿Qué le vamos a hacer? Si algo me gusta lo llevo y punto.
Posando frente al espejo descubro, no sólo que me sienta bien, sino que este tipo de sombreros otorgan cierta personalidad y atemporalidad al que los porta. Y eso me gusta. Casualmente el modelo de fieltro en tono marrón que véis en estas dos imágenes casaba a la perfección con el resto de mi vestuario. Detalle que me hizo sentir aún más cómodo. 
Por otro lado, pretender tachar a este complemento de anticuado demuestra que no se conocen -para nada- las ventajas que nos puede ofrecer, o simplemente no saber llevarlo.
La sensación tras quitárme el sombrero fue similar a lo que siento hoy día cuando -rara vez- olvido el pañuelo en el bolsillo superior de mi chaqueta. Es decir, me sentí incompleto, desprotegido, extraño.
Fue tal la integración de este sombrero con el resto de mi vestimenta que ya sentía que formaba parte de mí
No, en esta ocasión no se vino conmigo. La Primavera estaba ya patente y este sombrero es de puro invierno, pero me prometí a mí mismo que en Septiembre volvería para, esta vez, no dejarlo escapar.
¡ Seguimos con el Miércoles !






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