¿Hablar de moda ahora?

Obviar lo que estamos viviendo hoy día sería no sólo absurdo sino ciertamente inhumano. Son momentos de gran incertidumbre y desazón que probablemente nos bloqueen física y mentalmente. Y es que llegados a este nivel de afectación global no es descabellado pensar que aquello que ocurra en las próximas semanas puede suponer un cambio en la vida tal y como la conocemos hoy día. Y es que muchos de nosotros, europeos de clase media, hemos vivido en general tiempos de prosperidad y gozo. Nada que ver con nuestros padres, testigos de una dictadura, y nuestros abuelos, observadores y protagonistas de guerras. Por ello a día de hoy, la mentalidad y comportamiento de cada generación es totalmente diferente, fruto probablemente de esos acontecimientos que, quizás sin saberlo, forjaron el carácter de toda una sociedad.

En la vida lo único constante es el cambio

Nací en 1984 y estos últimos 35 años he crecido junto a la expansión de internet, la era de las comunicaciones y la información, el comercio global y la revolución del transporte. Todo ello cambios, positivos, que nos han facilitado la interconexión social, el conocimiento de otras culturas, la vivencia de experiencias, la proliferación de nuevas profesiones y la creación de mercados comunes. Sin embargo, ha quedado demostrado que estos mismos hechos han dado como fruto también el descontrol del pánico, el sesgo informativo, la rauda propagación de males y un escenario institucional con más dirigentes que decisiones sensatas.

Ahora, en tiempos de confinamiento, mientras ponemos a prueba nuestra paciencia cobra sentido dedicar un tiempo a la reflexión. Porque el destino nos ha lanzado este reto y debería servirnos para sacar algo en claro.

Sea, o no, este un hecho fortuito y descontrolado, no deja de suponer una oportunidad para replantearnos nuestro forma de vivir. Hasta ahora lo hemos hecho, en la mayoría de los casos, precipitadamente y con el único afán de poseer como signo de disfrute y éxito. Sin embargo, ahora todos esos armarios repletos de ropa, esos garajes con caros coches o esos abultados relojeros descansan a la espera de poder hacer uso de la mayor virtud del hombre: La libertad.

Libertad es no perder el tiempo en decisiones superfluas, no gastar dinero en cosas desechables, no vivir al límite de nuestras posibilidades. La libertad está en los pequeños detalles que nos rodean cada día y no apreciamos.

En los últimos años he descubierto, a veces de manera forzosa, que las cosas no salen siempre como teníamos planeado, y que la meta no importa si el camino no ha merecido la pena. He aprendido, a través de la Fotografía, a fijarme en los detalles de todo aquello que me rodea, y tratar de desarrollar una sensibilidad especial por plantas, animales, personas e incluso cosas. Ser consciente de lo que supone conseguirlas, del esfuerzo -o no- con el que están pensados, diseños o fabricados todo aquello que nos rodea. A darme cuenta de lo que importa, de quién quiero  -o no- a mi lado, que me aporte, me enseñe o trabaje junto a mí.

Vienen tiempos de cambio, y no debemos tener miedo. Es cierto que quizás necesite escribirlo para convencerme a mí mismo de ello, pero si algo estoy aprendiendo en esta vida es que no merece la pena perder ni un segundo en aquello que no nos hace plenamente feliz. Y los problemas no nos hacen felices.

Ánimo a todos.

 

 

1 Comment

  • Salvador López dice:

    Buenas tardes tocayo.
    Suscribo cada una de tus palabras.
    Como se suele decir no se valoran las cosas lo suficiente hasta que se pierden y en este caso la libertad de movimientos que brilla por su ausencia nos va a hacer reflexionar sobre los pequeños placeres de la vida.

    El ser humano tiene que adaptarse a los cambios constantes para ser feliz y eso no siempre se lleva bien porque nuestra mente siempre tiende por defecto a la comodidad.

    Es momento de abrir nuestra mente a nuevos horizontes, nuevas formas de pensar y actuar porque el mundo no se para y nosotros tenemos que fluir con él.

    Un abrazo a todos.

    Salvador López.

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