La ropa me encoge.

No sé si os habrá pasado a vosotros pero en mi caso, de un tiempo a esta parte, la ropa me empezó a encoger. Primero descubrí que mis camisetas deportivas cada vez quedaban más ajustadas en cintura y de pecho algunas apenas me entraban. Maldije las calidades que últimamente se manejan en esta industria y me dediqué a comprar más.

Me pasé un tiempo sin entender por qué las marcas antes fabricaban tallas M o incluso S con un tamaño mucho mayor, que me servían perfectamente. Sin embargo, desde hace un tiempo la talla L -y alguna M aún- son las que me permiten la dignidad suficiente para poder salir a la calle. ¡No entendía nada!

Tampoco tenía explicación alguna para el fenómeno que le estaba ocurriendo a mis pantalones y chaquetas a medida. Cada vez me resultaban más molestos y ajustados. No sabía qué estaba pasando pero mi armario estaba cambiando.

El ser humano a veces desarrolla una extraordinaria capacidad para negar lo evidente y autoengañarse. La aceptación es uno de los caminos más complicados, y probablemente el único que nos abre la puerta al cambio.

Con el paso de los años, nuestro estilo de vida y la incapacidad de saber gestionar el estrés y la ansiedad, terminan transformando nuestro cuerpo -por dentro y por fuera- en otra cosa. Con el paso del tiempo, asumir esta transformación resulta cada vez más complicado. A ello hay que sumarle que a edades más tempranas nuestra capacidad de corrección es mucho más rápida y efectiva. Por lo que poco a poco el esfuerzo necesario para revertir esta transformación es cada vez más y más arduo.

Tomar consciencia es imprescindible pero para ello es necesario aceptar lo evidente y verlo con nuestros propios ojos, no escondernos en excusas, o tirar para adelante hacia la resignación.

En uno de esos días de reflexión durante las vacaciones fui consciente, al observar lo que me rodea, que llega un punto en el que el envejecimiento se compone en un 50% por razones genéticas/biológicas que a veces ya escapan a nuestra acción pero otro 50% por razones que depende directamente de nuestras acciones. Sí, esto es algo que todos habremos leído o escuchado mil veces, pero yo he sido plenamente consciente en este momento. Y diría que todas las cosas que afectan negativamente a nuestro cuerpo tienen su origen en la gestión del estrés o ansiedad, de una forma u otra o provocadas por diferentes orígenes.

Hay quien bebe 5 ó 6 cervezas cada vez que cena fuera con los amigoss porque se ríe, deshiníbe y se evade mucho más. El que fuma como un carretero para calmar su ansiedad oculta. El que busca en la comida la satisfacción y el desahogo que no termina de encontrar en el trabajo. Quien en el deporte busca soltar todo lo que en su vida no es capaz de gestionar… Son sólo algunos ejemplos muy típicos y reconocibles por cualquiera, pero la escala de gravedad puede subir a niveles muy altos. Y todos hemos estado en alguno de estos casos.

Si nos fijamos, la mayoría de malos hábitos -relacionados con la mala gestión de la ansiedad- se gestionan generalmente en ambiente ocioso y/o en grupo. Quizás para no sentirnos sólos ante ello y sentir que formamos parte de un problema común, no sólo nuestro. Como si al ser compartido ello rebajase el nivel de gravedad.

Es por esto que salir de estos hábitos y rutinas nocivas cuesta tanto, porque en el fondo nadie quiere que te salgas del todo y dejes de formar parte del grupo. Podrás hacer deporte, dietas, compartirlo con amigos o eventualmente ir al psicólogo, pero siempre la gran mayoría de las veces tratamos de ocuparnos únicamente de los síntomas, no del verdadero origen del problema. A lo sumo trataremos de equilibrar nuestro cuerpo con extrañas actividades compensatorias. Os lo digo tan convencido porque he pasado por ello varias veces y es probable que aún siga pasando por estas circunstancias en el futuro, no lo descarto, aunque trabajo cada día en ser más consciente no sólo de lo que me rodea sino de mí mismo.

Muchas veces el desconocimiento o la desesperación hacen que queramos deshacernos de esas consecuencias inmediatas que condicionan nuestra vida, pero o bien no somos conscientes de que tras ello existe probablemente un origen más profundo o directamente no nos apetece indagar en él.

Creemos que es más rápido y certero recurrir a un método fácil en forma de pastilla o tratamiento que acabe con ello, pero en la mayoría de las ocasiones se trata de nuestro cuerpo avisándonos de algo mucho más importante y probablemente más oculto de lo que aparenta, que terminará dando la cara de cualquier otra forma.

Pero este no es el lugar donde resolverlo. Recuerda que esto no es más que un Blog sobre estilo de vida, diseño y otras cosas. ¿Por qué os cuento esto? Primero porque creo que el estilo es mucho más que vestir bien. Debe ser una forma de vida, una filosofía, un equilibrio. Realmente no tiene sentido alguno que busquemos la calidad y exigencia en cosas externas y sin embargo no tratemos de hacerlo en nuestro interior. Porque así jamás transmitiremos estilo, sino únicamente un personaje que se nos caerá con frecuencia del pedestal.

Gracias por leer hasta aquí. Ya sabes que cualquier comentario o sugerencia son siempre bienvenidos.

Un saludo

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