Ecología y Moda

Llevaba tiempo con ganas de reflexionar en voz alta sobre ciertos aspectos que a todos nos afectan de una u otra forma, a pesar de haber tratado este tema en el Foro en ciertas ocasiones.

La afirmación que estoy a punto de soltar quizás a muchos os parezca exagerada, pero conforme más me adentro en esta industria más se reafirman mis convicciones al respecto.

“La moda es el enemigo”

Efectivamente, la moda, entendiéndola como ese ente industrial dedicado al vestir solo busca un objetivo: su propio beneficio. Esto, en parte, es perfectamente lícito y entendible, faltaría más. Sin embargo, desde mi punto de vista, la posición del consumidor queda en clara desventaja en esta relación. Al menos para ese consumidor poco crítico y dúctil que prolifera desgraciadamente.

Podríamos decir que vivimos en un mundo de libertad y libre competencia -los que tenemos esa suerte-, en el que quien quiere compra y quien no pues simplemente no lo hace. Ahora bien, aún a riesgo de parecer conspiranóico, tengo la firme convicción de que la Industria de la Moda va por delante del consumidor siempre e inevitablemente, y a éste, excepto raras excepciones, no le queda otra que sucumbir a la seducción de esa señorita llamada Moda. Y digo señorita porque ella no se casa con nadie.

Oscar Wilde ya dijo eso de que la moda es una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses. Y tenía mucha razón y es que no podemos olvidar lo que os comentaba hace un par de renglones. La industria sólo busca su propio beneficio, e irremediablemente va en contraposición del nuestro.

Pensémoslo bien. Para que un negocio centrado en la venta funcione cada vez más y mejor sólo hay una fórmula: Vender más. Y llega un momento en el que todo vale con tal de hacer esto posible. A la Industria textil hace ya unos años que no le bastaba con crear moda cada seis meses, y bajo esta premisa nació lo que en italiano se conoce como Pronto Moda, es decir, moda rápida.

La Pronto Moda nace de la mano de grandes monstruos empresariales que deciden poner en marcha toda su infrastructura para poder ofrecer una moda fresca de forma prácticamente contínua. Y claro, esto puede parecer a priori extraordinario, pero como veremos no lo es tanto.

Este modelo productivo requiere un esfuerzo constante por parte de esas grandes empresas textiles, que a pesar de contar con colecciones bases cada temporada, necesitan generar un tráfico contínuo de nuevas prendas. Lógicamente esto se hace con el objetivo de que el consumidor perciba dos sensaciones principales: Primero, la sensación de fugacidad. Es decir, o lo compras ahora o te quedas sin ello. Y segundo, la constante necesidad de estar a la última en todo momento. Casualmente, ambas sensaciones desarrollan y promueven un efecto consumista en el cliente, facilitando justo el objetivo para el que fueron creadas: Más venta.

Por otro lado, ese esfuerzo titánico que requiere por parte de las empresas se ve traducido en una serie de aspectos que afectarán, como veremos a continuación, al proceso de confección. La moda rápida debe estar al día por lo que la capacidad de planificación puede llegar a ser extremadamente corta. Hay colecciones que se preparan y lanzan incluso en cuestión de 15 días. Esto, como es lógico, se verá reflejado en el producto final. Y antes de meternos en detalle es importante conocer, a grandes rasgos, el proceso de desarrollo de una prenda.

Toda prenda necesita de las siguientes fases:
  1. Diseño: Contemplará el aspecto más creativo del proceso. Incluyendo la selección de tejidos y materiales, patronaje, escalado de tallas, variantes, etc. Incluso debería incluirse en este apartado el cálculo de costes de confección.
  2. Pruebas de confección: Es necesario siempre realizar pruebas y comprobar que lo que en diseño se ha creado tiene viabilidad real.
  3. Producción: Una vez todo confirmado y probado, se pasará a la confección de la producción total estimada.
  4. Distribución: Cuando ha sido confeccionada la producción completa es enviada a los canales de venta.
  5. Venta: Aquí podríamos englobar desde el marketing necesario, hasta la atención directa del vendedor hacia los consumidores.

Pues bien, ahora veremos cómo afecta el modelo Pronto Moda a cada parte del proceso:

Diseño:

Estaréis de acuerdo conmigo en que cuando estamos ante un proceso creativo las prisas no son las mejores compañeras de viaje. Por experiencia os puedo decir que la preparación de un patrón es una tarea ardua y compleja. Y realizar un escalado completo del tallaje de una prenda tampoco es algo sencillo, sobre todo teniendo como punto de partida la innovación constante. Por ello se me antoja complicado que esto pueda realizarse en poco días con un mínimo de garantías. La prueba está que en prendas de moda rápida solemos encontrar defectos en este sentido, como tallajes mal ajustados, patrones con irregularidades extrañas e inexplicables (mangas más largas o estrechas de la cuenta, tallas que no corresponden…), etc.

Pruebas de confección y Producción:

Al reducir los plazos de entrega en ocasiones es probable que ni siquiera se realicen pruebas de producto. También al presionar a fábrica para cumplir los plazos ésta trabaja bajo máxima presión lo que se traducirá con mucha probabilidad en errores de ejecución, falta de revisión que se  verán reflejados en la prenda en forma de defectos de acabado, errores en el marcado o etiquetado, etc.

Distribución y Venta:

Una vez más un calendario apretado no será lo más recomendable si se quiere conseguir una distribución ordenada y bien clasificada, lo que puede dar lugar a un proceso atropellado y mal ejecutado que retrase la aparición del producto ya ofertado, la falta de tallaje completo, reposición, etc. Por otro lado, un producto en constante cambio es mucho más difícil de vender, puesto que prácticamente no le da tiempo al vendedor a conocer el producto cuando ya hay otra nueva tirada en marcha. Esto se verá reflejado con frecuencia en una atención ineficaz por parte de la persona que nos atiende que lógicamente no es capaz de conocer el producto al ritmo al que va apareciendo.

Esto son solo algunos de los aspectos que, en líneas generales, podemos deducir que ocurren derivados de este proceso, y esto nos hace pensar en una analogía muy gráfica con la que entenderemos mucho mejor el concepto. La Pronto Moda es a la Industria Textil lo que la Comida Rápida es a la Gastronomía. Y no exagero, ambas van dirigidas a públicos que únicamente pretenden satisfacer sus necesidades -culinarias en un caso y consumistas en otro- a un bajo coste, a cambio de una distorsión total de la percepción de todo el proceso.

¿Qué quiere decir esto?

En el concepto de Comida Rápida -al igual que en el de Pronto Moda– la experiencia de uso pasa a un segundo plano. Se consigue distraer al consumidor para que no importe ni el origen del producto, ni los procesos de creación, ni siquiera la calidad real del mismo. Sólo importa la apariencia y el precio. Nada más, y en ambos casos si nos paramos a pensar ocurre exactamente igual. Pero lo más grave de todo, y aquí es a donde yo quería llegar, hacen olvidar por completo al consumidor uno de los aspectos derivados del proceso más importantes: Las consecuencias.

Lógicamente cada uno es libre de consumir lo que le plazca, faltaría más. Al igual que es libre de alimentarse con lo que le apetezca. Pero la vida me ha enseñado que todos y cada uno de los excesos son malos, tarde o temprano, sin excepción.

Consumir está genial, sobre todo si puedes permitirte el lujo de gastar dinero en ello, es fantástico. Te sube el ánimo, probablemente libere endorfinas, relaje la mente y hasta nos ayude a conciliar el sueño. El problema viene en el impacto que esto genera a nuestro sistema, y estas son precisamente las consecuencias a las que me refería antes. El que las empresas vendan más también es estupendo, genera más riqueza, más puestos de trabajo, más felicidad y prosperidad para una sociedad, pero…

¿Cuáles son las consecuencias?

No es lo mismo que una empresa textil venda 300 jerseys cada año a que pase a vender 30.000 unidades. ¿Dónde van a parar esos jerseys? A nuestros armarios, vale. Pero ¿Cuánto tiempo estarán allí? Poco, puesto que esa misma empresa está deseando vendernos otros tantos jerseys, y si no pasan de moda rápido, al ser de baja calidad se estropearan probablemente con la misma rapidez. ¿Dónde va a parar ese jersey que ya no queremos? Con suerte lo donaremos a alguna asociación o simplemente acabará en la basura. Pero, esa empresa ya está preparando otras 30.000 unidades para vendérnosla. ¿Qué pasa con la materia prima? ¿Cómo conseguimos que se regenere con tanta rapidez?

Y así la rueda de preguntas gira y gira hasta ir descubriendo todos los excesos provocados por este modelo de negocio que a priori nos parecía tan fantástico.

¿Es necesario consumir tanto?

La respuesta es NO. Si configuramos nuestro armario con la suficiente coherencia y calidad no es necesario consumir la barbaridad propuesta por la industria para sostener su infraestructura (y beneficios). Pero lo hacemos, al menos la gran mayoría de la población que puede permitírselo lo hace sumida en un síndrome de Diógenes aceptado y bien visto. Ya sabemos es de Tanto tienes, tanto vales.

¿Ahora entendéis porque considero a la Moda nuestro enemigo?

¡Seguimos con la semana!

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