Protocolo en verano…

Todos los veranos me surge una reflexión personal entorno al vestir en época estival. La evolución en mi forma de vestir de los últimos años ha ido influyendo irremediablemente en las conclusiones que mi cabeza iba dirimiendo al respecto. Pero el calor que acompaña al verano es para muchos la excusa perfecta para rebajar su vestuario hasta mínimos que traspasa lo incívico.

Soy de los que piensan que uno no sólo viste para sí mismo sino también como herramienta social y forma de respecto hacia los demás. E igual que si tienes una cita tratas de vestir de manera acorde al lugar, momento y persona con la que compartirás ciertas horas para causar una buena impresión. Salir con amigos, ir a un chiringuito o caminar por un paseo marítimo no tendría que distar tanto de este concepto inicial.

Rousseau ya en el siglo XVIII proclamó la máxima «La libertad de uno acaba donde empieza la del otro», concepto que personalmente trato de aplicar en cualquier ámbito de mi vida pues no sólo es justo, sino también te hace consciente no sólo de tus propias libertades sino también te ayuda a empatizar con las del resto de personas que te rodean. Creyendo firmemente que si todos nos abonásemos a esta idea el mundo probablemente sería mejor en muchos sentidos.

Dicho esto, y regresando al vestir, no es que yo sea precisamente defensor escrupuloso de los protocolos, pero sí siempre del sentido común. No creo que haya una regla más válida que el aplicar el menos común de los sentidos a todo lo que hagamos. También en el vestir.

Poniéndonos en cuestiones prácticas podremos entender sin demasiado esfuerzo que uno podría llegar a tener la libertad de querer comer en un chiringuito a pie de playa sin camiseta. Siempre y cuando no existieran personas que les apeteciese disfrutar de su momento gastronómico sin admirar el torso desnudo y sudoroso de otra persona a pocos metros. Y dada esta situación aquí muchos esgrimen el manido argumento de… ¿Pero yo tengo el mismo derecho que tu? Y así fuera si la persona que decide comer mínimamente vestida no incurriese en molestia alguna a quien decide prescindir de las prendas básicas. ¿No es difícil, no? Este concepto se entiende muy bien con el tema del tabaco.. ¿Molesta alguien no fumando? ¿Pero alguien fumando?

Más allá de estos casos podemos entrar en situaciones quizás más complejas de gestionar, pues depende mucho del sentido cívico de cada uno.

Por ejemplo en mi caso me suele resultar complicado asistir a un evento nocturno en pantalón corto más allá de la playa. No me preguntéis por qué pero igual que me parece un verdadero placer asistir por la tarde a un concierto en la playa y acabar a las 3 de la madrugada aún en bermudas o bañador y camiseta, incluso con gorra y descalzo en la arena bailando al ritmo de la música de un DJ. Sin embargo, me resulta francamente complicado estar un día equivalente en Madrid y salir a tomar algo en el centro y no hacerlo con un pantalón largo, por mucho calor que haga.

Y es que no creo que se trate de una cuestión de temperatura. Hoy día existen tejidos lo suficientemente frescos, cómodos y sueltos para estar perfectamente cómodo en cualquiera de las dos circunstancias con un pantalón corto o largo. Pero en mi caso la elección obedece más a una cuestión cívica o de respeto al entorno. Reconozco que no sabría explicarlo bien, pero es algo que me ocurre sin poder evitarlo. Y en este caso no critico si quiera el que otro pueda hacer lo contrario, lo entiendo y no me parece una falta de respecto ni nada por el estilo. Pero en mi caso no puedo evitar verlo de esta forma.

Diría que en pro de la libertad individual hemos ultrajado demasiados principios cívicos y educativos por considerarlos opresivos y propios de otro tiempo pasado. Y bien es cierto que si bien estamos evolucionando mucho como sociedad en la toma de conciencia del respeto e igualdad, eso no es óbice para que se mantengan -o actualicen- normas que no atenta contra la libertad individual de nadie pero sí hacen del mundo un lugar más cívico y respetuoso. En este sentido, en los últimos años hemos tenido un claro ejemplo de ello, comprobando cómo en el Congreso de los Diputados, quizás el que debería ser uno de los lugares más importantes, representativos y serios de un país. Hemos sido testigos de cómo se ha instaurado la falta de respeto a dicha institución y el resto de sus representantes, portando vestimentas más propias domingueros en zonas playeras que de los más altos mandatarios de un país.

Y es que no sé si lo sabéis pero el sentido del uniforme -como muchos consideran peyorativamente a un traje- nació en los colegios y trabajos no como forma de adoctrinamiento o anulación individual sino como manera de normalizar y hacer iguales a todos sin importar vestimentas, orígenes ni clases sociales.

Así que, no entendamos el protocolo como una norma rígida, sin sentido y arcaica sino como una recomendación o guía que nos ayuda a asistir a determinados lugares o momentos, sin pensar demasiado y garantizando el respecto al acto y sus asistentes.

Gracias por leer hasta aquí. Recuerda que tu opinión, sugerencia o comentarios son siempre bienvenidos.

Deja un comentario

Scroll al inicio

Descubre más desde SinAbrochar

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo